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Vale me prestó un libro. Es extraño e impactante. Copio uno de los cuentos, no tiene título.
El invierno es una casa cerrada, sin pintar. Es un altar boca abajo. EL descenso a los infiernos. NO la habitual hoguera, sino el piso fracturado; los tablones rotos, llevan a otro piso igual, y a otro.
Ése desciende a los infiernos con un vestido rojo que tiene ala. No sé quién es. Ya bajaron dos o tres. Para siempre jamás.
En cada puerta sale y crece el lirio blanco; una mano de adentro, por una hendija, lo sca y lo pone en la olla. Él hierve en el frío, se esponja como nieve. POr un rato hay hilachas blancas por todo el cuarto.
Dentro de la cama yo ofrezco mi pequeña ostra, pequeña, oval, ribeteada de coral, por donde Juan lleva y hunde su puñal. Que me parte en dos. Después yo lo abrazo. Como si no me hubiera querido matar.
Marosa Di Giorgio, Rosa mística. Relatos eróticos.
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