lunes, 23 de julio de 2007

poesía instantánea.

te detesto. dice:

Sigo pensando

te detesto. dice:

solo que ayer no podía hablar
estaba muy mal

te detesto. dice:

y me deje llevar hasta su abrazo
y me sentí mejor con sus cuidados

te detesto. dice:

no tengo ninguna novedad

te detesto. dice:

estamos absolutamente en el mismo punto

te detesto. dice:

no hablamos

te detesto. dice:

no avanzamos

te detesto. dice:

solo nos abrazamos

te detesto. dice:

toda la noche
y estuvo bueno.

miércoles, 18 de julio de 2007

Mi fin de semana.

Aprendí que un hombre puede tener todos los vaivenes ideológicos posibles y quedar igual en la memoria de la gente como un héroe . Aprendí que lo que empieza en el socialismo muchas veces puede desembocar en la derecha más extrema. Entendí un poco más sobre la idiosincracia argentina y por qué necesitamos reafirmarla todo el tiempo. Descubrí que cualquiera puede apoderarse de una teoría, y hacerla estallar.

Aprendí a usar el paint, después de 26 años sin poder dibujar ni una flor. Juro que entendí como era, fue como un clik. Mágico.

miércoles, 11 de julio de 2007

Fugaz

Esta mañana la vi a Silvina en una esquina. Ahora tiene el pelo marrón y la cara más gordita. No pude reconocerla por el cuerpo; tenía puesta una campera enorme y unos anteojos de marco blanco y negro que le camuflaban la cara, pero puedo asegurar que no ha crecido ni un centímetro, igual que yo. Enseguida me di cuenta: la reconocí porque sigue usando el pelo con muchas hebillas, por la forma de fumar –convencida –y por la piel tostada. No tuve dudas cuando observé la forma en la que quitaba sus ojos de mi cara. Ninguna de las dos dijo nada.

lunes, 9 de julio de 2007


Y de pronto los tres veíamos como la boca se nos transformaba en un agujero de plastilina que dibujaba sílabas imprecisas. La piel era blanda, tan blanda que podíamos meternos dentro uno del otro. Como jugadores principiantes de fichines, estábamos atascados en una esquina, con nuestras caras pegadas contra la pared. Habíamos perdido todo; ya no veíamos al dj y las cuatro latas que teníamos en la mano eran cajas que debíamos arrastrar, hasta sacarlas de allí. En el laberinto de los torsos, el camino aparecía dibujado: entrar, salir o permanecer era lo mismo y por eso nos movíamos todo el tiempo, lo traspasábamos y nuestras manos eran ramas suaves apartando cuerpos sucediéndose como ases de luz. Miles de bolas plateadas sobre el techo negro eran nuestro cielo y nuestra guía. Éramos tres albinos que veníamos de la guerra; nada iba a asustarnos, ni siquiera estar fosforeciendo rápidamente.

lunes, 2 de julio de 2007

El día llegaba. Y nos mordía.



Era verano, 6 am. Habíamos caminado millares de cuadras.
El amanecer ni lo vimos; estábamos enfrascados en decir esas verdades que cuando te despertás se diluyen.
Fernet del pico, nadie quería dormirse. Girar alrededor de la pileta o de un problema, era lo mismo. Pero ninguno de los tres podía parar de hacerlo. Mirame bien, me dijo, esta se llama “cámara al agua”. Y ahí fue, con funda y todo; un cuerpo lanzándose al agua, un junco partido, el espesor de un dedo, una telita de cebolla.
Lloré con la incredulidad de una nena de 5 años.
Para comprobar que funcionaba, sacó una foto.